La enredadera

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miércoles, 9 de noviembre de 2011

Ciudad Bolívar en Fiestas






                                                         Imágenes de Roberto Caro

viernes, 22 de octubre de 2010

imagenes de Roberto Caro































domingo, 3 de octubre de 2010

EL RINCON DE ELBACE RESTREPO



Con el alma en pedacitos
Elbacé Restrepo | Publicado el 3 de octubre de 2010
Eran ocho, entre ellas y ellos. Algunos todavía con acné, delator de adolescencia. Vestían uniforme de educación física y el tema era la universidad. Hablaban de los exámenes, de ingeniería, de medicina, de trabajo social, del costo de la inscripción. No era fácil seguirles el hilo por dos razones: todos hablaban al tiempo, y yo no había sido invitada a la conversación, sus palabras me llegaban "por accidente".

Exultaban vida, sueños y ganas. Todos, menos una. Ella no hablaba. Su sonrisa era apenas una raya de estrés en sus labios fruncidos. Uno de sus amigos se percató y la confrontó: "Y usté qué, parce? ¿Ya compró el PIN?, hay plazo hasta el viernes". Era miércoles, al anochecer. Ella parpadeó lento, como quién espera una pregunta que no quiere que le hagan. "Mi mamá no ha podido", dijo, "tal vez mañana". ¡Se me partió el alma en pedacitos!

Sentí una bola en la garganta, de esas que duelen y no dejan respirar. Dejé de mirarla, por respeto a su dolor, pero seguí pendiente de la conversación. Se referían a "la de Antioquia". La inscripción vale cuarenta mil pesos y ella no los tiene. Mucho menos de lo que cuesta una ida a cine en compañía. Sólo que aquí estaba un futuro embolatado.

Coincido con Pambelé: es mejor ser rico que pobre. Y no, no acabo de descubrir la importancia del agua en la navegación, sino que a veces la vida se encarga de recordarnos cositas que, por cotidianas, nos pasan por el frente sin que las veamos.

Mis vecinos de mesa, como miles de jóvenes en el país, están a semanas de definir su porvenir, promisorio para algunos que pueden, por lo menos, inscribirse en una universidad. Azaroso para otros, que hasta eso les es negado.

Me dirán pesimista, que existen programas estatales diseñados para que todos tengan acceso a la educación superior, que el que no estudia es porque no quiere, y otras mil razones para desmontar mi pesadumbre. Sí, tienen razón, pero no siempre todos acceden a programas de ayudas y subsidios. Uno solo que se frustre ya es bastante, y doloroso.

Se me parte el alma en pedacitos cuando imagino el futuro de muchos soñadores que hoy visten uniforme y que mañana no podrán volar porque un sistema inequitativo les cortará las alas.

No quisiera ver a esta niña degradada a prepago en unos meses, ni a los muchachos haciendo los mandados más riesgosos de los combos. Ojalá no sean presas fáciles de la delincuencia antes de perder el impulso de los libros.

Confrontarse con la realidad duele y parte el alma, pero no podemos cerrar los ojos para pretender que no existe. Tampoco es a punta de limosnas como se soluciona el mundo, pero un gesto solidario siempre cae bien. Todos nos sabemos el coro de las desigualdades y de la falta de oportunidades, pero mientras eso se soluciona, ¿qué?

Debía irme. Saqué un billete de mi cartera, lo envolví en una servilleta, pasé por su lado y lo puse en la mesa. La miré, le dije "para el PIN", y salí de allí corriendo. Esa noche soñé que ya era vieja y que un diente me dolía. Una odontóloga amable lo remedió con gusto. Adiviné su sonrisa, ahora generosa, detrás del tapabocas.

sábado, 2 de octubre de 2010